sábado, 5 de mayo de 2007

Paparazzi nº 286: Diego ¡¡Ganó igual!!


Se quedó afuera de la final por muy poco. Pero en el mismo momento en que dejó la Casa, se convirtió en ganador (aunque sin el dinero del premio) del juego que apasiona a los argentinos. “Necesitaba entrar a Gran Hermano para que la gente me pudiera ver de otra manera, y me juzgara por lo que soy y no por lo que hice”, dice él. Misión cumplida, Diego…
El lunes 7 de mayo, Marianela Mirra, Sebastián Pollastro, Mariela Montero o Juan Expósito, se convertirá en el ganador oficial de Gran Hermano 2007. Pero el martes 1º, el reality del que habla todo un país ya consagró a su ganador moral. ¿Qué otro título le cabe a Diego Leonardi (29), el hombre que fue a buscar el perdón de una sociedad a la que le costaba reinsertarse luego de sus 5 años tras las rejas? ¿Qué otra calificación se le puede poner a su coraje para contar su dramática historia de vida ante millones y millones de personas? No quedan dudas: Diego es el ganador moral de GH. Y él así lo siente. “Yo necesitaba entrar a Gran Hermano para que la gente me pudiera ver de otra manera, y me juzgara por lo que soy, y no por lo que hice”, comenta. “Y además quería que la gente conociera mi historia, para que supiera lo que se vive cuando se pasa por algo así”, agrega. Pero antes de “su” historia, Diego tuvo una prehistoria que también es importante conocer. Nació el 18 de febrero de 1978, en plena dictadura militar. Su infancia fue en Caseros. A pesar de ser el cuarto de 7 hermanos (5 varones y 2 nenas), su infancia fue bastante solitaria, como él mismo califica. “Marisa, mi hermana más grande, nos cuidaba porque mis viejos laburaban. La más chica era una bebé. Mis dos hermanos mayores se llevaban bien entre ellos. Y los dos menores también. Entonces yo siempre quedaba solo en el medio”. Cada mañana, papá Beto salía a ganarse el pan trabajando horas y horas en una carnicería. “Nos criamos a los ponchazos, pero sin que nunca nos faltara ni la comida ni la ropa ni los útiles”. La primaria la hizo en la Escuela Nro. 9 de Caseros, “que quedaba a dos cuadras de casa”. Y admite: “Como alumno era un bardo, el más chispita del curso. Me mandaba muchas macanas. Y cuando mi papá se enteraba, se complicaba la cosa. Me castigaba. Y si me tenía que romper los huesos, me los rompía. Pero bueno, yo también vivía haciendo cagadas…”

Un grito de corazón:
“¡Y Diego tiene aguaaante!”, cantaron todos luego de la salidadel último expulsado de la casa. El momento del anuncio de Jorge Rial fue el pico de rating histórico del programa: 41,7. Sí, un país mirando.


–¿Hiciste el secundario?
–Lo arranqué… Pero duré una semana, hasta que me echaron a la mierda.

–¿Por qué?
–Porque durante un recreo me prendí un pucho en el patio, vino alguien a decirme que lo apagara, y lo saqué cagando. Pero resultó que era el regente de disciplina. Entonces mi papá me dijo: “Bueno, si no querés estudiar, salí a trabajar”.

–¿Y de qué trabajaste?
–Empecé en una fábrica de antenas de televisión. Luego laburé en una tornería, en una herrería, vendí sándwiches para los colectiveros de la línea 123, lavé autos en una agencia y fui vendedor callejero. Vendía de todo, desde flores en los semáforos hasta felpudos para las puertas de las casas.

–¿Cuándo conociste a Verónica, la madre de tu primer hijo?
–A los 17. Ella había sido compañera mía en el primario, y vivía a la vuelta de casa. Nos pusimos a salir, y al poco tiempo quedó embarazada de Cristian.

Hasta acá llega la prehistoria de Diego. Lo que vendrá ahora será la parte más conocida, la de la historia que contó ante decenas de cámaras. “Poco tiempo después de que nació Cristian, a mi viejo lo echaron de la carnicería, y se preocupó mucho. Entonces para ayudarlo empecé a trabajar de remisero las 24 horas, y de noche dormía algo entre viaje y viaje. Así fue que la primera vez que choqué me desperté contra un colectivo”.

–¿Y cómo hacías para aguantar ese ritmo de vida?
–Y… ahí fue que entré en la droga. Al principio intentaba aguantar sin tener que tomar nada, pensaba que como era joven iba a poder vivir durmiendo poco y nada. Pero el cuerpo no me empezó a dar más, y como necesitaba trabajar las 24 horas para ayudar a mi viejo, arranqué a consumir cocaína. Si bien nunca fui muy adicto, había veces que me castigaba bastante con esa porquería. Y eso me llevó a mandarme la que me mandé.

–El robo, ¿cómo fue esa noche?

–Mucho no recuerdo porque estaba muy borracho. Sé que me prestaron un auto, y me fui para Luján. Pero a pesar de que llevaba un arma por primera vez en mi vida, nunca pensé en salir a robar. Tampoco me mandó nadie a hacer nada. El moco me lo mandé yo solito, por eso me hice cargo y lo pagué. Y después del robo me di un palo con el auto, y me agarró la Policía. Era el 13 de octubre de 1998. Estuve tres meses encerrado en una celda donde sólo entraba un colchón de una plaza, sin poder cortarme el pelo ni afeitarme. Después me trasladaron al penal de Mercedes. Y me juzgaron por robo calificado (N. de R.: Diego fue condenado a 8 años de prisión por robar 4 estaciones de servicio, pero salió libre a los 5 años por el 2x1).

–¿Cómo fue vivir 5 años en la cárcel?
–Terrible. Ahí adentro si no te cuidás vos, no te cuida nadie. A mí llegaron a apuñalarme al costado de la columna, y por equivocación, porque el flaco quería vengarse de otro y pensó que era yo. Pero yo no quería que mi familia se preocupara, por eso estuve un año y ocho meses sin visitas.

–¿Y cómo fue tu regreso a la sociedad?

–Al principio me costó mucho adaptarme a hablar con la gente común. Me sentía muy perseguido. Sentía que cualquiera que me viera se iba a dar cuenta de que yo había estado preso.

–¿Ahí apareció Nancy, tu actual mujer?

–Sí, 11 meses después de que saliera en libertad. A mí me encantaba desde que la conocí, a los 14 años. Y después la vida nos reencontró.

–¿Cómo la encaraste?

–Ella tenía varicela, y como yo era el único de sus amigos que había tenido esa enfermedad, podía visitarla. Y entre visita y visita, un día nos besamos, empezamos a salir, y a los dos meses nos fuimos a vivir juntos.

–¿Y no tuviste miedo de que ella te dejara cuando supiera que habías estado preso?

–(Se emociona) Eso fue lo mágico. Porque al mes de empezar a salir, decidí contarle todo. Y ella me respondió: “Quedate tranquilo, ya sabía todo”. Eso terminó de enamorarme de ella. Y después llegó Morena, el mejor regalo que me dio la vida. Fui muy feliz cuando me enteré de que iba a ser papá. Sobre todo porque a mi anterior hijo no había podido disfrutarlo, porque al año y medio dejé de verlo.

Espontáneo.
En GH, Diego se perfilaba como el gran candidato a quedarse con los 100.000 pesos, hasta que Marianela hizo uso de la polémica nominación espontánea y sentenció su suerte. “Cuando me enteré por los gritos de la gente de que Marianela me había hecho la espontánea, fue una patadita en el orto. ¿Cómo te caería a vos que una persona a la que le diste todo tu apoyo te haga algo así a una semana del final del juego?”.

–¿Creíste en las explicaciones que te dio?
–No, para nada. No son válidas. Hubiera aceptado mucho más que ella me dijera “mirá, te veía como un posible ganador, y como quiero llevarme los 100.000 pesos no me quedó otra que nominarte”, a la sarta de boludeces que dijo en el confesionario.

–¿Cómo fue la recepción de la gente en la calle?
–Muy buena. Pero con una anécdota interesante. La primera vez que salí a dar una vuelta, la gente me saludó, me pidió autógrafos y fotos. Pero de repente un policía que andaba por ahí… mejor dicho, un idiota –y si querés ponelo con letras bien grandes: un IDIOTA–, se dio vuelta y le dijo a otros dos policías: “Miralo al delincuente este”. Lo más lindo fue que a la siguiente cuadra, otro policía vino corriendo a buscarme, me abrazó y me dijo: “¡Genio! Con mi mujer te veíamos siempre, queríamos que ganaras vos”. Lo que quiero decir con esto es que yo sé que me mandé la cagada del siglo con lo que hice, pero ya pagué. Y por suerte la gran mayoría de la gente entendió que cambié. Hay que tener pelotas para meterse en un reality y decir “yo estuve preso”. Gracias a eso, yo pude dejar la mochila de mi pasado en la Casa. Y está bueno que la gente vea lo que logré: que se puede salir.



Revista Paparazzi Nº 286